¿Sabías que todos tenemos a un niño interior y que ese niño es en gran medida responsable de todas las emociones y/o comportamientos que experimentamos actualmente?

Todos llevamos dentro el niño que fuimos, aunque no lo valoremos este niño interior tiene una importancia vital en cada una de nuestras emociones, así como en una sana autoestima. Cuántas veces no hemos escuchado “infancia es vida”, pero esta expresión no es una exageración, ¡es una realidad!. La infancia marca la vida de cada ser humano con aspectos positivos o negativos, así como con heridas emocionales que si no se solucionan en su momento irán dañando cada vez más a ese niño interno. Como adultos ese niño lo representamos en las emociones y/o comportamientos más inseguros, crueles y temerosos.

 

Así que por qué no voltear hacia la infancia y recordar o imaginar tu etapa de la niñez.  ¿Cómo eras cuando apenas tenías 7 años?, ¿Cuál era tu aspecto físico?, ¿Cuáles eran tus pasatiempos favoritos?, ¿Qué fue lo que siempre anhelaste y nunca te lo dieron?

 

En todas estas respuestas encontrarás información que te servirá para darte cuenta que tu persona adulta puede acercarse a ese niño herido, sensible y temeroso. Puedes abrazarlo y proporcionar esa protección, apoyo y amor que le hizo falta en su momento. Es tu oportunidad de tratar a ese niño como a ti te hubiese gustado que te trataran en la niñez, con cariño y compresión, dile a ese niño que esta persona adulta que eres ahora lo pondrá a salvo por que lo cuidara y aceptara como se merece.

 

Nunca es tarde para sanar tu infancia ya que en nuestra infancia está la clave para entender por qué somos cómo somos, qué nos hace pensar, sentir y actuar de determinada manera.

 

Recordar nuestra infancia siendo adultos nos atrae pero al mismo tiempo nos asusta.